Ático · Tenerías
- 57 m2
- Valladolid
- 2017
Un ático con vistas
Una residencia de invierno, un refugio envuelto en cúpulas de ladrillo y las vistas sobre el Río Pisuerga fueron las premisas de esta familia para reformar esta céntrica vivienda de la ciudad de Valladolid.
El mayor reto pasaba por encajar un ambicioso programa en un espacio de partida muy reducido y con una distribución estructural muy poco flexible.
La vivienda, en su estado original, contaba con una única habitación, generosa en superficie, pero apenas iluminada por la luz que llegaba a través de la puerta que la comunicaba con la cocina. Esta situación se vio revertida en el momento en que se decidió desplazar la cocina al amplio distribuidor con que contaba la vivienda. Con esta estrategia, el recibidor iba a adquirir una dimensión coherente ganando además almacenaje, la antigua cocina se convertiría una habitación-estudio con gran iluminación natural, el baño podría abrirse a una zona común, la antigua puerta del baño se convertiría en un vidrio que bañaría el interior de la estancia de luz natural y, la habitación principal, al fin, podría ventilar por sí misma.
El resto de la intervención es un largo listado de actuaciones para obtener almacenaje y conseguir la funcionalidad total de la vivienda. Se estudió el modo de aprovechar los huecos bajo la cubierta del primer alero, se integraron armarios empotrados para disimular las falsas escuadras del comedor y la habitación, se abrieron nuevos muebles al distribuidor resultante o, por ejemplo, se dotó a la antigua galería de estantes de gran capacidad.
Sin embargo, no por ser complejo se desatendió el detalle.
Durante la fase de obra se descubrieron las cúpulas de ladrillo que soportan la cubierta. Tras una exhaustiva limpieza y rehabilitación se procedió a resaltar su geometría con luz indirecta, acompañada por apliques que proyectan luz rasante sobre los tersos muros verticales sobre los que apoyan las vigas metálicas de la cubierta.
La zona del comedor, rescatada de un espacio inicial inexistente, se enfatizó aplicando un elegante color verde sobre la partición de la habitación, consiguiendo así un efecto de profundidad sobre toda la estancia, en contraste con los tonos suaves y cálidos del pavimento y del mobiliario.
La cocina, ya descrita como pieza fundamental de la intervención, se imaginó abierta al comedor, ganando amplitud y espacialidad, pero al mismo tiempo debería ser independiente. Para ello la elección era inminente, un cerramiento de vidrio, con perfil de acero, muy ligado a la estructura de la cubierta y unas livianas puertas correderas que tan sólo restarían 4cm al paso hacia el comedor.
En definitiva, un ejercicio intelectual intenso para exprimir al máximo la superficie de una vivienda con un gran potencial.